Eduardo Galeano explica con gran lucidez la diferencia entre caridad y solidaridad: dice que la solidaridad sólo se puede dar entre iguales, en cambio la caridad se ejerce de arriba a abajo; la caridad es vertical mientras la solidaridad es horizontal. La ruina que nos espera requiere sobre todo de solidaridad y hay que tenerlo en cuenta. A Barcelona, que siempre ha sido una ciudad muy solidaria, parece que ahora le cuesta, el descenso en las propinas en los bares es buena prueba de ello. Hay que renovar el esfuerzo en favor de la solidaridad, ahora más que nunca.
Los ERTES limitan ostensiblemente el poder adquisitivo de la gente. El caos empieza a ser evidente, los ERTES funcionan o no. El estado ha delegado sus responsabilidades financieras en las mutuas, que no tienen suficiente dinero.
El mundo de la noche hace más de un mes que sólo esta abierto hasta las 00:00-01:00. Me pongo de los nervios cuando veo a centenares de personas a la vez en la calle y la policía que está presente no actúa. Todo está lleno de incongruencias. Los botellones se multiplican, a los jóvenes les cuesta hacer caso. Las terrazas siguen siendo la tabla de salvación del mundo de la hostelería, los pequeños negocios que no disponen de ellas lo pasan fatal. Nadie sabe como acabará todo esto. Hay muchas terrazas desangeladas, y las que están en plena calle no se llenan por miedo a los coches.
Está documentado que en Barcelona hay 1200 personas durmiendo en la calle y se nota un aumento paulatino, algunos aseguran que llegan a las 3000, la caridad en el mundo de la alimentación palía firmemente el hambre de la gente. El mundo de la cultura de largo es el más jodido, el Teatre Lliure ya reparte packs de comida para las actrices y actores que más lo necesitan. Las colas kilométricas para conseguir comida sobre todo en el Banco de alimentos y en Cáritas dan que pensar y hay que tener en cuenta la resiliencia de mucha gente a pedir comida, lo consideran una indignidad.
A mucha gente el silencio del confinamiento les alimentó el alma pero a otra el hecho de estar encerrados tanto tiempo les afectó notablemente. Por las calles abundan los enfermos mentales, incluso hemos visto algún ezquizofrénico que no se tomaba la medicación, todo un peligro. La plaza Sant Just que tenemos al lado, parece un pequeño campamento, ya no es tan bonita.
El tema de las infecciones es como una ruleta rusa, por mucha confianza que tengamos con nuestro entorno, todo el mundo lleva su vida, incluso en el núcleo familiar, mientras la gente salga de casa tanto sea para comprar, trabajar o pasear, corre un riesgo evidente. Está claro que se están infectando muchos jóvenes que se curan con facilidad. Algunos opinan que este virus lo acabaremos cogiendo todos y es evidente que es mucho más dañino cuando hay patologías previas. De todas maneras se deben crear grupos de confianza, como dice el doctor Corbella, ya no estamos en estado de alarma, pero hay que asumir riesgos.
A veces el exceso de prudencia puede provocar imprudencias. Igualmente la gente que con malas formas y chillando le exigen que no les hables sin mascarilla a cinco metros de distancia provocan enfados y en el comercio pérdida de clientes. A distancia debiera ser más fácil decir las cosas educadamente. Ni los negacionistas ni los excesivamente miedosos tiene la verdad. El realismo está casi siempre en el término medio, algo difícil de calibrar sin duda.
Continuará...